martes, 14 de julio de 2015

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Bienvenidos.
     Tráfico de Corazones es, no sólo el título de uno de los trabajos literarios que presento en este espacio sino, además, el nombre del blog. Juego con la polisemia: el nombre de la nouvelle remite a los negocios ilícitos cuya mercancía en tránsito son órganos y sustancias, y también al andar más o menos errabundo, más o menos esperanzado o sufriente, de los corazones humanos. Este “tráfico”, este constante trajinar, excede el tema de la nouvelle: todas las novelas, en el fondo, todos los cuentos, trafican, trajinan, bregan, cambian de sitio, al igual que los corazones humanos que viven en ellos.
     Las historias cambian. No así los corazones.
     “No sabés el tráfico que había en la ruta”, es una frase que no pocas veces le oí decir a mi padre. Si viviera, descubriría que hoy los atascos en las autopistas son, al menos en las grandes ciudades, cosa de todos los días.
     En el cuento La autopista del sur, Julio Cortázar, muchos años antes de que los embotellamientos se convirtieran en moneda corriente, pinta de una manera eximia cómo un congestionamiento de tránsito le abre la puerta a una comunidad de corazones. Más tarde, cuando la autopista vuelve a proveer la fluidez necesaria para transportarse de un lugar a otro, esa comunidad contingente  queda disuelta y las personas que la conformaban regresan a la soledad de sus automóviles  -de sus individualidades.
     Quisiera que este blog concitara una pequeña comunidad temporaria. Luego cada uno seguirá su camino.
     Así son los corazones: ávidos por comunicarse, por expresar, por compartir, pero a la vez, presurosos por continuar viaje, por encontrarse en la fragilidad de este momento que está pasando. Que pasa.

     Que ya pasó.

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