Bienvenidos.
Tráfico de Corazones
es, no sólo el título de uno de los trabajos literarios que presento en este
espacio sino, además, el nombre del blog. Juego con la polisemia: el nombre de
la nouvelle remite a los negocios ilícitos cuya mercancía en tránsito son
órganos y sustancias, y también al andar más o menos errabundo, más o menos
esperanzado o sufriente, de los corazones humanos. Este “tráfico”, este
constante trajinar, excede el tema de la nouvelle: todas las novelas, en el
fondo, todos los cuentos, trafican, trajinan, bregan, cambian de sitio, al
igual que los corazones humanos que viven en ellos.
Las historias cambian. No así los
corazones.
“No sabés el tráfico que había en la ruta”,
es una frase que no pocas veces le oí decir a mi padre. Si viviera, descubriría
que hoy los atascos en las autopistas son, al menos en las grandes ciudades,
cosa de todos los días.
En el cuento La autopista del sur, Julio Cortázar, muchos años antes de que los
embotellamientos se convirtieran en moneda corriente, pinta de una manera
eximia cómo un congestionamiento de tránsito le abre la puerta a una comunidad
de corazones. Más tarde, cuando la autopista vuelve a proveer la fluidez
necesaria para transportarse de un lugar a otro, esa comunidad contingente queda disuelta y las personas que la
conformaban regresan a la soledad de sus automóviles -de sus individualidades.
Quisiera que este blog concitara una
pequeña comunidad temporaria. Luego cada uno seguirá su camino.
Así son los corazones: ávidos por
comunicarse, por expresar, por compartir, pero a la vez, presurosos por
continuar viaje, por encontrarse en la fragilidad de este momento que está
pasando. Que pasa.
Que ya pasó.
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